- Grupo: Alguillo & Alkimistak
- Día: 20 de octubre
- Lugar: Sala de Cultura Aita Agirre (Elgoibar, Gipuzkoa)
Domingo, doce y media del mediodía. Ha llegado el momento: día de presentar al público canciones, grabaciones, mezclas, ensayos… que ha estado preparando durante tanto tiempo. Ahí tenemos guitarra-bajo-batería, sí, pero también hammond y percusiones latinas. ¡Ah!, y tres mujeres de estilo gospel, un coro de voces. Rythm & blues, funky, rock latino, ritmos de corte bolero, rock… Es el concierto de presentación de este ochote. La sala de cultura está llena hasta arriba: con pocos asientos, gente de pie y varias personas sin poder acceder a la sala…
Primero entró en escena el percusionista Txeles Albizu, y tras empezar a sacar los primeros sonidos a sus artilugios, añadimos al batería David Gorospe y nos amenizaron entre los dos con una suave percusión de dos o tres minutos, justo antes de que toda la banda empezara con las partes de Orbelaren pare. Fue una forma original de dar el pistoletazo de salida a la función, claro que sí. Con mis manos se sumergieron en el funky, y aunque junto a las partes de Orbelaren pareson de las mejores canciones del disco Burua makurtu gabe, la tensión aún se notaba sobre el escenario. Alfonso Guilló (71 años, formado en grupos como Expresión Sonora o Koska), autor de todas las canciones y palabras, líder y bajista y cantante que da nombre a la banda, se mantiene firme en toda la estructura y guía decisivamente los bruscos silencios que necesitan las canciones (o ese último beat inmediato que necesitan las canciones para terminar). El efecto es inmediato y efectivo, pero no sería posible sin la calidad de los músicos que le rodean.
A su izquierda, Luis Llavori, del grupo Leok ‘k, que toca la guitarra con maestría y precisión. Detrás y a la izquierda de él, Jesús Aranberri, que se dedica a hacer infinidad de trucos con su piano eléctrico y su hammond, siempre al servicio de las canciones y sin buscar el protagonismo. Detrás, el poderoso batería David Gorospe (Leize, Leok ‘k), aunque tiene que mantener un diálogo musical permanente con el percusionista Txeles, situado a la derecha y detrás de Alfonso, para no pisarse el uno al otro. Y a la izquierda del escenario (a nuestra izquierda) la corona femenina de tres voces: Ane Ugalde, Eider Varela y Silvia Hernández. «No ha sido nada fácil», nos decía Guilló, «encontrar un trío que pueda cantar este repertorio, pero que haya acertado es obvio».
Desde Tuneletik, vimos claramente en el canto ese juego entre la percusión y la batería. Además, también escuchamos un corto pero maravilloso solo de guitarra de llavori, y al final de la canción… ¡pum! El último golpe que de repente acaba. Genial. La canción Zu ere etorriko al zara? nos traslada a los años 70, precisamente a aquellos pasajes introvertidos del primer disco de Koska, y en Burua makurtu gabenos impresionó un delicioso hammond solo, los recitales de Guilló, los coros femeninos… y al final los gritos de Llavori. El ambiente ya empezaba a animarse y el equipo siguió con una senda ascendente que iba a durar hasta el final. Disfrutamos de un ritmo de bolero bastante complejo en Heldu da egun sentia, y a continuación les quedó perfecto el Feelin «alright de Joe Cocker. En realidad, la canción era originaria del grupo Traffic, pero ambos se publicaron en 1968, justo un año antes de la creación del grupo Expresión Sonora de Elgoibar. Sin embargo, y viendo su trayectoria, es evidente que a Guilló le encanta especialmente la versión de Cocker.
Todavía es como un clásico en sueños, embellecido por coros de cuatro y cinco voces, tanto femeninas como masculinas, y la batería de Gorospe se impone con la precisión de un metrónomo marcado por un ritmo tan constante como seguro. Guilló nos preguntó por Pat Garrett & Billy the Kid y nos ofreció un maravilloso Knockin «on Heaven ‘s Door, de Bob Dylan, que aparecía en su banda sonora, traducido al euskera (Iluna nitaz jabetu da) y redondeado por el coro de chicas realmente seductor. El regreso de los ritmos juguetones fue inmediato. En canciones como Alderantziz demuestran que están aquí para divertirse. Además, Guilló volvió a recurrir aquí al recurso de recitar, estuvo casi rapeando, mientras varias voces subrayaban los momentos más importantes. Los patrones marcados por Llavori con la guitarra también fueron decisivos para que luego Aranberri dejara que su teclado sacara magia.
Para los amantes de las emociones fuertes, nos esperaba una recta final realmente propicia: Gesala eta argitasuna en el magnífico instrumental dieron mucho que hablar la presencia del bajo de Guilló y el protagonismo otorgado a sus compañeros: solo de guitarra, solo de batería, percusión. La sección de viento construida por Llavori con teclados también dotó al canto de una personalidad extraordinaria. Y para saludar, como en el disco fue elegido en Ur gaineko bitsetan. El público siguió aplaudiendo el ritmo, subrayando la superioridad de las coronas y la autoridad de la percusión. El ritmo trabado bailable abrió más vías para el disfrute, y por si fuera poco, el solo de guitarra (Llavori) y el corto pero sorprendente teclado solo (Aranberri). El espíritu de Carlos Santana traducido con maestría al nuestro.
Dejaron el escenario en lo más alto, pero respondiendo a las peticiones del público, volvieron a ponerse en escena, esta vez (y como tocaron todo el disco, ya que el repertorio había terminado) con la maravillosa canción de Leok ‘k Infinituari segika. El autor de esa canción, Luis Llavori, la cantó sin dejar de tocar la guitarra. Así como a Guilló le dejan Leok’k su momento en el equipo, esta vez ocurrió al revés y Llavori tuvo su oportunidad de lucimiento. Y sin dejar de lado al grupo Leok ‘k (recordemos que cuatro de sus integrantes también pertenecen al grupo Alkimistak) eligieron Ibai sakon, mendi altu para darle el último adiós. Hablamos, por supuesto, del famoso River Deep, Mountain High, de Ike & Tina Turner. Sin embargo, esta canción también fue grabada por Leok’k y fue precisamente el propio Guilló quien la interpretó en el disco Alferrik baita de 2019. Esta última canción también fue una especie de explosión y fue el broche de oro a esta singular actuación que duró más de una hora. No sabemos cómo será el futuro, pero más pronto o más tarde nuestra escena se dará cuenta de la singularidad y el talento de este octeto.